viernes, septiembre 11, 2009

GIGANTES Y CABEZUDOS

por José Luis García. (A Norberto Beberide, “in memoriam”)/ El jolgorio de aquellos mediodías en la Villa no parecían ir con él pero, invariablemente,… un año sí y otro también… cada 13 de septiembre, Norberto Beberide apoyaba su corpulenta osamenta en uno de los arcos de la Plaza, entre su Confitería y la Tienda de Muebles, para observar el paso de una de sus obras; aunque él, en su sempiterna modestia, no le diera nunca la más mínima importancia. Muchos años después, un buen número de villafranquinos le seguimos agradecidos por haber restaurado pacientemente una de las más importantes señas de nuestra identidad: nuestros Gigantes y Cabezudos.

La centenaria tradición de los Gigantes es ya legendaria entre todos aquellos que hemos nacido a orillas del Burbia y el Valcarce. Pocas cosas hay en la Villa que conciten tanta unanimidad. Mayores y niños; ricos y pobres; habitantes de “La Cábila, “El Campo Bajo” o “La Pedrera” y “El Castillo” nos hemos emocionado y seguimos emocionándonos con esa magnífica visión de observar como, pasadas las 11 y media la mañana, cada 13 de septiembre, Don Quijote, Sancho Panza, Dulcinea, Doña Inés, El Moro, El Cid y el más reciente Soldado Mechero hacen su aparición, en la explanada superior de San Nicolás, rodeados de los inseparables y alborotadores Cabezudos. Desde ese preciso instante, el ambiente se electriza, inflama el espíritu y pone los pelos de punta hasta el estremecimiento.

Acompañados por el incesante volteo de las campanas, los protagonistas de tantas emociones y recuerdos esperan pacientemente, como lo han hecho desde el año anterior, hasta las 12 en punto, hora en la que, con la ayuda de las bombas y el sonar de gaitas, tambores y bombos recitando el emocionante “palillos de madeira”, bajan majestuosos de su hogar habitual para recorrer calles y plazas anunciando que “El Cristo”, nuestra Fiesta, ha llegado un año más y ellos, con sus bailes, están ahí para alegrárnosla.

Como si de un encantamiento colectivo se tratase, muchos habitantes de la Villa echamos a andar tras ellos y no los abandonaremos hasta que vuelvan a reposar en su refugio. Esas pocas horas nos servirán para olvidar penas, reencontrarnos con amigos y conocidos, repasar una y otra vez su hermoso y singular porte y agradecer a los “bailadores” que, un año más, ejerzan el complicado compromiso de hacernos dichosos a muchos villafranquinos.

Lejos, muy lejos queda ya el tiempo en que Gonzalo Magdalena emprendiera la labor, allá por los mediados del siglo XIX, de modelar nuestros primeros Gigantes (El Cid y doña Jimena; figura ésta que los habitantes de la Villa rebautizaron pronto como doña Inés)… Más cercano, mucho más cercano a nuestro recuerdo está la época en que Norberto Beberide se puso manos a la obra y restauró y completó con primor nuestros Gigantes y Cabezudos, esos personajes entrañables que permanecen indelebles en la memoria colectiva de la Villa y nos hacen revivir la ilusión de la niñez.

Todos los años, cada 13 de septiembre, cuando los Gigantes y Cabezudos hacen su entrada en la plaza, mis ojos se vuelven de forma automática hacia los arcos de los soportales donde estuvo la tienda “Muebles Beberide” esperando ver, allí apoyado, al polifacético artista y excelente persona. La desilusión llega pronto: Norberto hace años que nos dejó… aunque, a decir verdad, tampoco nos ha abandonado del todo porque su espíritu y recuerdo siguen presentes en esos peculiares Gigantes y Cabezudos que bailan y corretean para hacernos felices a todos los villafranquinos.

Que paséis unas felices fiestas. José Luis García/retratos de una época