La monotonía de los otoños de mi infancia hacía, tal día como hoy, un alto en el camino. La chiquillería de los 60 esperaba ansiosa esta jornada en la que los músicos festejan a su patrona y se echan a la calle con sus mejores galas. La Villa ha contado, desde siempre, con unos músicos magníficos. La lista es larga y temo (por tanto, pido perdón por adelantado) que muchos nombres se me van a quedar en el tintero. Dejando volar la imaginación, veo todavía el andar pausado del maestro Serrano por la calle de Arén, con su bandurria debajo del brazo, camino del Mercantil para, con la paciencia debida, enseñar a sus alumnos el bello arte de la interpretación musical.
Por la rendija de la memoria se me cuela, también, la tuna de Sindo, Chano, Paco el de la imprenta, Gelo y compañía recorriendo, majestuosos, las calles de la villa en el atardecer del día de Santa Cecilia, camino de la Colegiata, para participar en la única misa del año que se me pasaba como un suspiro. Después, nuevo pasacalles hasta la cena de hermandad en Pancho, una familia unida desde siempre a la música.Años después, llegarían otras iniciativas como los esfuerzos de Santiago y Carlos para darle vida a la banda de tambores y cornetas o los primeros balbuceos de la ya consolidada Escola de Gaitas. El Coro “San Valentín”, La Asociación Musical “Los Clásicos” y la Escuela de Música “Pedro Halffter” completan un panorama musical que para sí quisieran muchas poblaciones como la nuestra.[+
en retratos de una época]