Al atardecer, o muy de mañana, se les veía pasar con aire majestuoso camino del río. La caña de bambú era, junto con su pericia, la principal arma. Todavía pasarían algunos (pocos) años para que el escaparate de
la tienda de Adolfo Silverio, en la calle Jesús Adrán, comenzasen a hacerse sitio los primeros e irrompibles
carretes Segarra y la “perla de las perlas”: el carrete
“Mitchell”. Un avance en el arte de la pesca al que muchos se sumaron, aunque conservasen las viejas cañas de bambú para ciertas épocas del año y especialidades de pesca imposibles
de abarcar pese al salto tecnológico del carrete. . [...] El inefable y siempre recordado
“Mon” constituía, como en otros muchos órdenes de la vida, un verdadero espectáculo verlo pescar. Su especialidad era la
“gusarapa” de trucha que rebuscaba con ahínco en ciertas piedras del río, desechando aquellas que eran, como él decía, “una merda pinchada d’un pao”. Allí donde ponía el ojo… ponía el cebo. Más que andar, cabalgaba por el río, que yo creo se conocía piedra a piedra. Los resultados casi nunca se hacían esperar y su cesta se iba llenando de forma inexorable. [
relato completo en retratos de una época]