Jenofonte, los Diez Mil y las alubias de La Bañeza
Casi sin querer reparo (neumáticos) en que este blog ha llegado a las 10.000 visitas y me he puesto más tierno que una madre comiendo alubias de La Bañeza el Día de la Madre. También me he puesto ‘melalcohólico’ con esta ‘Expedición de los diez mil’, que me lleva a recordar los años de mi tierna adolescencia en los que leía con avidez la Anábasis (La Expedición de los Diez Mil), de Jenofonte, aquel discípulo de Sócrates y amigo de Platón que convirtió la inmensa cagada de una derrota de mercenarios sin rumbo en una epopeya inmortal. No sé por qué en los momentos de felicidad, que son pocos y espurios, mi mente vaga vaga vagamente por los recuerdos de la colina de Hisarlik, donde la Troya de Príamo y Héctor resultó arrasada por el empuje de unos guerreros que aún eran más micénicos que griegos y, aun antes, habían sido un simple remedo de los cretenses. No entiendo dónde está la justicia deífica que permitió que unos bárbaros espartanos al mando de bestias sanguinarias y sedientas de poder, como Aquiles y Agamenón, sembraran la muerte y la destrucción de los refinados troyanos.[ artículo completo]Publicado por Paco Labarga en 2/14/2008 para el umbral de paco y miradas3-opinion
Casi sin querer reparo (neumáticos) en que este blog ha llegado a las 10.000 visitas y me he puesto más tierno que una madre comiendo alubias de La Bañeza el Día de la Madre. También me he puesto ‘melalcohólico’ con esta ‘Expedición de los diez mil’, que me lleva a recordar los años de mi tierna adolescencia en los que leía con avidez la Anábasis (La Expedición de los Diez Mil), de Jenofonte, aquel discípulo de Sócrates y amigo de Platón que convirtió la inmensa cagada de una derrota de mercenarios sin rumbo en una epopeya inmortal. No sé por qué en los momentos de felicidad, que son pocos y espurios, mi mente vaga vaga vagamente por los recuerdos de la colina de Hisarlik, donde la Troya de Príamo y Héctor resultó arrasada por el empuje de unos guerreros que aún eran más micénicos que griegos y, aun antes, habían sido un simple remedo de los cretenses. No entiendo dónde está la justicia deífica que permitió que unos bárbaros espartanos al mando de bestias sanguinarias y sedientas de poder, como Aquiles y Agamenón, sembraran la muerte y la destrucción de los refinados troyanos.[ artículo completo]Publicado por Paco Labarga en 2/14/2008 para el umbral de paco y miradas3-opinion